Chocolate por la noticia.

Cuando mi hija tenia 11 meses fuimos a visitar a mi madre a Suiza (amigo, si no sabe de lo que le hablo, siga el link, por favor).



Para ese entonces yo llevaba 9 meses aprendiendo de que iba este asunto de ser mamá, sola. Mi madre estaba lejos y el que estaba conmigo y me ayudaba con y como podía era mi viejo, que como la mayoría de los padres de antaño, poco hicieron con nosotros...pues el gordito por su nieta se movió más que por sus dos hijas.



Pero por el estres y el cambio al que yo estaba sometida noté que mi "cerebro" no trabajaba de la misma manera...tanto es así que comencé a asustarme. Secretamente decidí ver si lo que notaba era pasajero o bien si con el tiempo sufría alguna molificación. Cuando llegue a Suiza le comente a mama:



- Mami, cuando vuelva me parece que voy a ir a un neurólogo...a veces siento que mi cerebro tiene la consistencia de una babosa y la agilidad de una tortuga. Me olvidé por completo que del calendario de vacunación de la perra (que siempre fue sagrado), me olvide un acolchado en la tintorería durante todo este tiempo y ni sabia que estaba ahí y la lista seguía y seguía.



Cuando llegué a Baires, la vorágine cotidiana y la falta de tiempo y también el cagazo hizo que me hiciera la tontona con este tema y lo guardara en el cajón hasta nuevo aviso. Si no babeo despierta es que todavia algo funciona....no?



Pues bien, este sábado pasado en la sala de espera de la foniatra de retoño llegó a mis manitas una revista de divulgación científica en donde había una pequeña nota.



Como la nota me intrigó, investigué un poco y esto es lo que encontré.



A continuación les traspaso una entrevista a Katherine Ellison, periodista de investigación y ganadora de un Premio Pullitzer entre otros, autora del libro "La inteligencia maternal".



"Publicamos esta jugosa entrevista de la periodista de investigación K. Ellison en que afirma que "tener un hijo nos mejora el cerebro" no para que los lectores sin hijos se lancen irresponsablemente al oficio de la paternidad, sino para devolver a las familias, sobre todo a las madres, el prestigio social y neuronal que nos han negado.



..."La bioquímica se activa y nos inunda de hormonas que nos preparan para desarrollar una mayor agudeza, eficacia, resistencia , motivacion y sociabilidad."



¿Cuando nos quedamos embarazados se nos reduce el cerebro?
Si, y no recupera su tamaño hasta seis meses después del parto. Se dan cambios muy serios en el cerebro de una mujer que se convierte en madre y también en el cerebro paterno.



¿Entonces es normal meter las llaves en la heladera y la leche en el cajón de la ropa interior?
Las madres, me dijo el neurocientífico Allan Zinder son como Einsten que también perdía sus llaves porque el cerebro estaba ocupado en cosas de vital importancia.



¿Es irreversible?
La actividad neuronal que provoca la presencia de crías produce, en el sentido literal, cambios estructurales en el cerebro: se obtiene un órgano más complejo y mejor capacitado para responder a un entorno cada vez más exigente.



¿Y cuáles son los cambios más espectaculares que sufre nuestro cerebro?
El cerebro cambia cuando la persona adopta un comportamiento nuevo, una lógica distinta o atraviesa un proceso de aprendizaje con un marcado componente emocional. A medida que el comportamiento se repite, el cambio en el cerebro se refuerza. Súmele a eso que durante el embarazo y la lactancia el cerebro se inunda por un mar de hormonas, sobre todo estrógenos y oxitocina.



¿Que producen esas hormonas?
El estrógeno actúa como potenciador cerebral y la oxitocina reduce el estrés y potencia la memoria y el aprendizaje, es un regalo de la naturaleza.



¿Y que pasa con los padres adoptivos?
También experimentan cambios profundos que tienen una base bioquímica. Existe una hormona, la prolactina, que se encuentra en dosis elevadas en padres y madres adoptivos y que reduce los miedos.



Se han hecho estudios que demuestran que una mujer recién parida tiene un grado de agresividad que vuelca en su pareja.
Así es, la mujer experimenta una caída en su percepción positiva de la pareja. La maternidad es un poderoso programa de afirmacion personal en el que colabora todo el organismo. pero hay algo muy importante que ocurre con los hombres cuando son padres: baja su nivel de testosterona, su agresividad y aumentan los estrógenos-



...Hormona femenina por excelencia.
Los cerebros masculinos se transforman en la medida en que estén cerca de su pareja y sus hijos, y el resultado, aunque en menor medida que en el caso de las mujeres, es que se vuelven más inteligentes.



¿Qué entiende por inteligencia?
Una mayor agudeza, eficacia, resistencia, motivación y don de gentes.



¿La maternidad comprometida mejora el rendimiento profesional?
El comprometido y duro entrenamiento que supone la maternidad aporta a la mujer una gran capacidad para cumplir plazos, coordinar múltiples tareas, buscar salidas creativas a los problemas, encajar interrupciones frecuentes y permanecer impasible en plena crisis. Tener un hijo es una escuela.

Luego de leer esto y otras cosas más llegué a la siguiente conclusión.

Según esta señora, cuando una mujer se embaraza y atraviesa el parto y la lactancia su cerebro es inundado por hormonas que agilizan y modifican el cerebro preparándolo para la siguiente etapa : la supervivencia de la cría. El resto es totalemente secundario.

Una de golpe se vuelve una experta en matemáticas, porque un bebécome cada 2hrs al comienzo y se cuenta desde la primera succión, pero cada toma puede demorar entre 10 y 30 minutos con suerte, lo que nos deja una hora y media entre toma y toma, pero luego de la leche hay que cambiarlos (normalmente íntegros) porque hacen sus necesidades y los pañales se llenan rapidisimo y casi siempre con desbordes. Osea que en realidad disponemos de una hora libre entre tarea y tarea, una hora para bañanarnos, comer, limpiar, atender a maridos celosos y otros niños, cada una de las tareas serán interrumpidas por llantos, colicos, tetas, pis, caca.

La verdad es que si...luego se sobrevivir a los primeros 40 días...es una suerte que nuestro cerebro sólo se tranforme en una babosa y no explote.